sábado, 22 de junio de 2013

Diez deseos

Andrea fue la primera después de dos abortos naturales, le costó nacer y ahora, hasta va sobreviviendo. Empezó a caminar más tarde de lo habitual, sus padres detectaron algo anormal por sus continuas caídas, una distrofia muscular que se adelantó al diagnóstico médico y la dejaba definitivamente sentada en una silla de ruedas unas semanas antes de su décimo cumpleaños.
Sus padres quisieron que fuese un cumpleaños especial, le prepararon una gran fiesta, invitando a gente que ni ella misma conocía, contratando animadores que aportaban juegos de magia, monólogos para todos los públicos, baile y un sin fin de actividades para distraer y aportar algo de felicidad a su pequeña.
Amigos y familiares se le acercaban con regalos mientras ella se veía como en medio de una tela de araña, atrapada en aquella silla preguntándose si sus padres se habrían sometido a ese gasto si su enfermedad no la hubiese dejado inmóvil, sabía que lo hacían para motivarla pero ella odiaba someterse a semejante espectáculo emocional. Quería huir de aquel tumulto de gente, pero hasta para huir necesitaba ayuda, sus brazos ya habían empezado a perder fuerza y aquella silla, sin alguien que la empujase no la llevaría muy lejos. 
De repente se hizo el silencio quedándose todo a oscuras, a lo lejos un par de empleados del catering acercaban a Andrea un pastel enorme con varias bengalas y 10 velas encendidas, en una pared podía verse proyectada una frase: “Todo lo que quieras con tal de verte feliz”.
Las velas de aquel pastel iluminaban su cara que reflejaba una niñez estancada y hastía, Andrea rompió aquel silencio pidiendo en voz alta un deseo por cada una de las velas:
Quiero poder caminar sin esta silla.
Quiero fuerzas en mis brazos para ayudar a mi madre en la compra, organizar la casa y ayudarla a tender la ropa para que ella descanse.
Quiero fuerzas en mis piernas para acompañar a mi padre a pasear el perro, a lavar el coche y a sus entrenamientos de baloncesto.
Quiero poder abrazar a mi hermano sin miedo a que se me caiga y prepararle las palomitas de los domingos.
Quiero pasear por el parque de la mano de mis abuelos.
Quiero poder hacer la clase de educación física como todos mis compañeros, cansarme de saltar y correr por las calles.
Quiero ser bailarina.
Quiero aprender a nadar y a montar en bicicleta.
Quiero no tener ganas de morirme cada vez que me veo atrapada en esta silla.
Y por último, quiero que se cumplan todos los deseos anteriores.

sábado, 8 de junio de 2013

Destino aparente

18 de mayo de 1999

Un día más dejando constancia del paso de mis días en otro nuevo cuaderno, quién me iba a decir que gracias a mis clases de inglés, o mejor dicho, al abandono de las mismas, iba a empezar a aprovechar aquel cuaderno de apuntes a modo de diario, ya he perdido la cuenta de los que he venido estrenando todos estos años. 
Hubo un tiempo que le dedicaba horas a la compra de cada uno, la portada no me importaba, sólo necesitaba que fuese rígida, lo más importante era el tacto del papel, si al abrirlo no me resulta agradable buscaba otro, luego elegir una buena estilográfica, y digo buena porque cuando me da por escribir no quiero que me falle. 
Un día dando un paseo por esta ciudad tan vacía de ti y tan llena de turistas vi un grupo de chicos sentados en la terraza del Café La Plaçeta dibujando como si estuviesen sometidos a un duelo, me acerqué a ellos, ilustraban con pluma y restos de café a transeúntes de la zona con una destreza envidiable, me quedé un buen rato observando su trabajo y el material con el que creaban tanta belleza. Me acerqué a ellos para saber qué clase de cuaderno aguantaba la humedad de sus pinceladas, acto seguido me fui a una librería para adquirir un Moleskine, ya iba siendo hora de mimar un poco mis escritos, cederles un aposento a mis verbos entintados de angustia, resguardar mis contadas alegrías y mis innumerables penas en cuadernos más dignos.
No sé porque me ha venido a la mente "para cuando lo lean mis hijos". ¡Qué ingenuidad la mía! Creo que a estas alturas de mi vida ya no va a suceder, a no ser que ponga un anuncio en el periódico diciendo "hombre separado con destino aparente pretende tener hijos para dejarles una herencia de cuadernos encharcados de desamor".
Quiero que sepas que tener hijos no es algo que me haya quitado el sueño porque de eso ya te encargaste tú, prueba de ello está en este cuaderno y los que le preceden, todos están dedicados a ti, hablan contigo como si estuviese mirándote a los ojos, observando el carmín de tus labios, los gestos de tus manos.
Cada día me pregunto qué será de tu vida, que será de la mía si me sigo refugiando en esta rutina, cada día te escribo una carta que no te llegará porque está cosida a unos cuadernos que guardo como tesoro, cada día al escribirte me imagino tu cara de sorpresa al saberte protagonista de todas estas hojas, tantas como días que llevo siéndole fiel a este amor que se hizo dueño de mi tiempo, de numerosas estilográficas e incontables cuadernos. 
Mañana será otro día, con su amanecer distinto, con el sol brillando sin vergüenza o escondido tras las nubes, mañana será otro día con noticias distintas, me cruzaré con personas distintas, pero yo seguiré con mi destino aparente.