domingo, 27 de enero de 2013

Huida a Pekín

La conexión de esta historia empieza aquí

Dejó un mensaje en el contestador. ―Hola familia, soy Elena, ¿cómo estáis? Llamaba para que me confirmaseis cuántos vendréis a nuestra boda, el restaurante nos ha pedido con antelación la organización de las mesas y el número de invitados y andamos un poco estresados. Bueno, espero vuestra llamada, si no me encontráis a este número podéis dejarle el recado al de mis padres. Un abrazo―. 
Estaba en mi destino ver la luz intermitente en el contestador al llegar a casa y escuchar aquel mensaje. Habían pasado cuatro meses desde que pasó por casa para dejar la invitación de su boda, hasta hoy su nombre había aparecido en alguna conversación entre mi amigo Arturo y yo o entre mi madre y mi hermana, pero su voz hacía mucho tiempo que no la escuchaba, había olvidado que seguía atravesándome los sentidos como siempre. Su mensaje me recordaba que el día del evento estaba más cerca y el plan para no asistir tenía que ejecutarlo ya.
Me dirigí a la cocina en busca de una cerveza que refrescase mis neuronas y tomarme de un sorbo aquella incertidumbre que me había asaltado en plena tarde de junio, encendí el equipo hi-fi, cuando estoy solo pongo a prueba el Marantz que compró mi padre cuando yo a penas tenía catorce años, hay que decir que más adelante lo enriquecí incorporándole unos Infinity que en muchas revistas de la época venían recomendando, la verdad es que siguen sonando de maravilla a pesar de tener tantos años. Puse una emisora al azar y me dirigí a mi habitación tarareando un éxito absurdo y repetitivo, canciones que odias pero se pegan a tu mente durante meses; según el locutor era el número uno, por supuesto que si esa canción era la primera de la lista no quería saber cuál era la última. Me senté perezoso en mi cama esperando que las próximas notas fueran algo más normales y  normal en mi estado quería decir que iba a ser muy exigente, no tenía el cuerpo para otro tecno reggaeton dramático, por mucho que fuese lo más pinchado.


Me propuse jugar un poco con la música, controlar con el pensamiento qué canción iba a salir una vez acabada la dichosa publicidad, no era cuestión de perder el tiempo sino de perderme en el tiempo para quitarme de la cabeza la voz de aquella llamada y dejar hueco para el plan.

jueves, 24 de enero de 2013

La distancia

Llevaba días queriendo pasar por la ferretería y hacer esas pequeñas compras que se aplazan por falta de tiempo o aparcamiento, pero teniendo la tarde libre no puse excusas. Necesitaba una goma nueva para la cafetera, unas arandelas para unos tubos del lavadero y hacer la copia de una llave para el cuarto trastero y para rematar la tarde, me pasaría a recoger unos papeles por la gestoría.
La casa de mi tía Cándida quedaba cerca de mi trayecto así que decidí hacerle una visita. La encontré sola, rodeada de unas cajas de lata donde antes de tener fotos antiguas estuvieron llenas de infusiones o galletas. Al ver que tenía una tetera hirviendo en la cocina le propuse compartir con ella un té acompañado de algunas vivencias en imágenes, se levantó contenta y con agilidad dejando unas pilas de fotos encima de la mesa, la de veces que repasará esas fotos.
Siempre ha sido muy aficionada a la fotografía, no recuerdo haberla visto muchas veces sin una cámara en la mano, decía que el fotógrafo aficionado siempre debe estar preparado porque nunca sabe cuando le otorgará el momento una buena instantánea, lo mismo le hacía fotos a un paraje que a personas, a un gato que a una nube, para ella todo está en un punto de mira idóneo para ser plasmado. Aunque con los móviles actuales no creo que hubiese disfrutado, ella prefiere la robustez de una cámara y a ser posible réflex.
Se sentó a mi lado haciéndole hueco entre tanta fotografía a una bandeja que portaba dos tazas de té y un platito con galletas de canela hechas por ella, la repostería es otro de sus hobbys. La sala se ambientaba con música de Roberto Carlos, creo que de pequeño me aprendí algunas de sus canciones de tanto como se escuchaban en casa de mis abuelos.

miércoles, 16 de enero de 2013

Mejor vuelve

25-01-1965
Querido Pablo
Aún no ha llegado febrero y ya empiezan a pintar los almendros el paisaje de las lomas y con ellos las ganas de saber de ti, todos los días espero al cartero con la ilusión que lleguen noticias tuyas y sin ellas voy dándole más motivo a la preocupación, me pregunto si te habrán cambiado el turno y es por eso que no tienes tiempo de escribirme. Asomada a la ventana he pensado en describirte en unas líneas lo que ahora mismo observo y pienso, por aquí no hay muchas novedades, el pueblo no ha cambiado nada, todo lo más sus gentes, los jóvenes más viejos y los viejos más añejos. Si vieras cómo está el valle de almendros florecidos, este año se han adelantado unas semanas. 
Mi madre sigue empeñada en que sea modista, me obliga a diario a coser prendas del ajuar y sólo pensando en compartir esas prendas contigo es como puedo pasar la aguja por tanta tela, ya sabes que lo mío es cantar. Mira por donde el sábado estuvimos merendando todas las chicas en casa de Encarna para celebrar su cumpleaños y cual fue mi sorpresa que se acercó Adela con su novio para proponerme cantar en "la cantina del chato" y que ahora regenta su hermano, para empezar sólo serían algunos sábados y domingos; no quiero hacerme demasiadas ilusiones, primero porque mi padre no quiere imaginarme entre sus tablas por tanta alma perdida en el alcohol y ojos perdidos en las enaguas y segundo por mi madre, que dice que teniendo el novio trabajando en Alemania no está bien visto, ya sabes que aquí vivimos y sobrevivimos del qué dirán ¿cuándo cambiará esto?
Menos mal que esta semana ya empezamos a ensayar con la comparsa de Santa Catalina, por aquí ya huele a carnavales y se empiezan a escuchar algunas chirigotas en las casas y tabernas, estoy segura que te gustaría estar aquí tanto como a mí verte disfrutándolas.
Tus padres están bastante bien, más tranquilos que la última vez que te escribí y es que tu hermana Isabel empieza a mejorar de salud, por fin dejaron de ir a aquel curandero que lo único que hacía era sacarle el dinero. Los convenció la mujer del practicante que le sugirió un médico de la capital; y debe ser bueno porque ya ha empezado a caminar sin ayuda de muletas, hasta se la puede ver por la calle intentando caminar cada día unos metros más, dice que en menos de un mes quiere llegar hasta la finca de Aurelio, con este empeño se ve más claro que entre estos dos hay un romance.
Y tu tío Agustín ahora quiere proponerle a Aurelio ser socio de un nuevo negocio, al parecer quiere empezar a elaborar quesos, ya ves, después de tantos años siendo escribiente del alcalde ahora le ha dado por dedicarse al campo, como siempre a tu tío no hay quien lo entienda; cuando le digo que lo que le hace falta es una mujer a su lado me cambia de tema diciéndome que en cuanto tenga por la mano el oficio de hacer quesos te enviará alguno para que sientas el pueblo bien cerca.
Tu prima Carmina ya ha dado a luz, dos niños preciosos que se parecen mucho a Kiko, si tuviese alguna foto de ellos te la enviaba, tu prima no hace más que pensar en el tiempo que pasará Kiko hasta venir a conocer a sus hijos, y yo pensando que si llega ese día vengas tú con él, para que puedas comprobar como yo que... a Sebastiana le sobran suspiros pensando en Josete que anda tirando los tejos a Juana, otra que va como loca buscando romper el compromiso de Matías y Candela, que por si no lo sabes ya hay fecha de casamiento.
Ya está medio pueblo pensando en el día de la boda, que siendo hija única del alcalde se prevee una fiesta tan grande como la de agosto. Imagínate, el pueblo entero sacará de sus roperos los mejores trajes para lucirse a juego con sus calles que estrenarán farolillos, baile y orquesta. Las damas de honor quedarán a la espera de ver volar el ramo mientras las niñas con sus trenzas y vestidos rosas las imitarán creyéndose ser princesas, y los niños de corto lucirán golpes ensangrentados y churretes de caramelo en sus mejillas...
Ahora mismo he parado de escribir porque me he quedado pensando en el abrazo que te daría y no digamos los besos, ya va a hacer ocho meses que te fuiste y no quiero imaginarme otro verano sin tí. A ver si con todas estas líneas consigo tener respuesta tuya, aunque si puede ser, mejor vuelve. 

jueves, 3 de enero de 2013

Un mal día

Sólo recuerdo que no fue mi mejor día, sigo sin entender por qué aceleré ante aquel semáforo en ámbar. Llegaba a casa aturdido, más nervioso que de costumbre pensando en el fallo tan absurdo que había tenido y que me iba a hacer repetir el dichoso examen, la idea de tener carné de conducir nunca me había atraído, de hecho, de todos mis amigos he sido el último en decidirme y el primero en suspender.
Al entrar en casa sentí a mi madre remover cazuelas en la cocina, creo que no me escuchó entrar. Antes de despedirme esta mañana me advirtió que tanto si aprobaba o no haría una comida especial, incluyendo mi postre favorito, tarta de queso.
Me dirigía al comedor para dejar mi chaqueta sobre el sofá cuando me percaté de aquel sobre malva, al acercarme reconocí la letra en seguida, mi corazón empezó a latir a una velocidad incalculable, habría preferido someterme de nuevo al examen de conducir a averiguar por qué había un sobre con letra de Elena encima de la mesa, me di cuenta que ya estaba abierto, seguramente había sido mi madre; lo cogí y deduje por la rigidez y forma que en el interior había un cd. 
De la nada de esa cocina y sin enterarme apareció mi madre toda ilusionada preguntándome por mi examen, no tuve que decirle nada porque las madres tienen ese poder de adivinar ciertos gestos, quiso tranquilizarme con un comentario que no arregló para nada mi estado de ánimo, —es la invitación de boda de Elena y Toni, verás que bonita es, se ha presentado esta mañana para entregárnosla en persona, venía guapísima, me ha preguntado por ti. ¡Ah! junto a la invitación viene un cd, me ha dicho que es todo de música, pero he estado tan liada en la cocina que no me ha dado tiempo ni de escucharlo, ya te dije que haría tu postre favorito —. Intentando disimular mi angustia, mis ganas de romper aquel sobre con su noticia y aquellas ganas inmensas de llorar interrumpí a mi madre para que no me diese más detalles sobre el encuentro dándole un gran abrazo agradeciéndole ese gesto culinario.
Una parte de mí me decía que dejase aquel sobre donde lo había encontrado y otra muy fuerte saboteaba mi interior queriendo saber qué habría en él, esperé a que mi madre volviese a distraerse entre cazuelas para llevarme el sobre y su contenido a mi habitación, encendí mi ordenador y mientras  arrancaba saqué la invitación para leerla, no sentí más que rabia, dolor, o lo que diría mi amigo César si me hubiese visto en aquel momento, —celos, tú sientes celos chaval, celos de ver a Elena con otro, de no ser tú el afortunado—. Y una vez más mi interior le daría la razón aunque no lo acabase reconociendo ante él.
Esa invitación era lo último que esperaba de ella, Toni era su tercer novio formal, hasta llegué a pensar que sería otro de tantos y que nunca la oiría decir “me caso”.


La invitación reflejaba lo que todas las invitaciones, ilusión, amor y celebración para un día grande y especial, pero no era como otras que habían llegado a mis manos de amigos o primos, esta era distinta porque en ella venía escrito el nombre del afortunado novio, de la persona que si todo marchaba bien, iba a estar a su lado el resto de su vida, y ese afortunado no iba a ser yo.
Vi que el cd tenía una fotografía de ambos y un título: “Parte de nuestra BSO está entre tus manos” y mis manos me ardían observando su felicidad. Introduje el cd de música en mi ordenador, fui escuchando sólo los primeros 30 segundos de cada pista y no podía creer que a ambos les uniese toda esa selección musical, eran canciones de una época en la que seguro ni se conocían, una selección musical con el gusto inconfundible de Elena, canciones que cantábamos juntos, canciones que fueron nuestras, al menos es lo que yo creí.
Y en ese instante de desilusión me di cuenta que mi vida era una auténtica mierda, y que suspender el primer examen de conducir no era nada para el suspenso que me había otorgado la vida en esos momentos. 
Tenía en mis manos la peor noticia que podía recibir ese jueves, Elena, mi chica de ayer, iba a casarse con Toni, un tipo extraño del que no tenía más que un pequeño recuerdo de un encuentro en una feria medieval, un encuentro tan casual como frío, ella me presentó a su chico disfrazado de caballero templario, él se mostró amable en la justa medida que lo haces ante un desconocido y desde aquel día no volví a verle nunca más. Conozco a Elena desde que íbamos a párvulos y he llegado a saber de todos sus mejores amigos que se hicieron conocidos míos más tarde, pero este tal Toni no sé de dónde salió, no sé más que su nombre y que le sentaba fatal el disfraz de templario.
Cuando nos pusimos a comer mi madre de nuevo sacó el tema de la invitación a mi hermana, incluso pusieron el cd de fondo mientras comíamos. Es increíble la ilusión que le hace a algunas mujeres ir de boda, al menos para las mujeres de mi familia siempre ha sido la mejor ocasión de mostrar el glamour y por qué no, el ridículo.
A cinco meses del evento sentía que mi cabeza iba a estallar de un momento a otro, escuchaba de nuevo aquella selección especial de canciones mezcladas con la algarabía de mi hermana y mi madre que compraban con la imaginación la ropa que lucirían, yo mientras iba planeando qué excusa inventar para no asistir al enlace, pero estaba empezando a tener claro que no era el mejor momento para elegir el plan, ni si quiera para probar la tarta de queso que con tanto entusiasmo mi madre había hecho para mí.
Aquel día hiciese lo que hiciese, pensase lo que pensase, tocase lo que tocase. comiese lo que comiese, suspendería. Estaba claro que no era mi mejor día.

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martes, 1 de enero de 2013

Nadie, nada...

Ese aparato doméstico que ni adorna y está en desuso es el que me ha partido el día hoy. Nadie está preparado para una llamada en un día en el que la mayoría está celebrando el primer día del año con manjares suculentos, y aún quedan restos de serpentinas de papel, gorritos y luces de colores que marean más que el propio alcohol consumido. Nadie tiene las palabras de consuelo preparadas para un momento así, sólo el susurro del silencio prefiere ser partícipe de una conversación a distancia. 



Hoy nada tiene sentido en esos mensajes de felicidad decorada con los mejores perfumes y lentejuelas mientras tú estés ante esa espera anunciada, nada.