lunes, 30 de julio de 2012

No me tientes

La sala de espera era un hervidero de chismes que no daba pie a un segundo se seriedad y silencio, intentaba leer un cartel sobre recomendaciones alimenticias para evitar el ácido úrico, otro recomendando acostumbrar a los más jóvenes a tomar más vitamina C, sobretodo hacía mención a los cítricos; así que entre naranjas, limones y el murmullo conseguí a destiempo despistar mi nerviosismo interior. Qué poco acostumbrado estoy a esto, la verdad es que estaba donde tenía que estar, todos los de la oficina me lo aconsejaron unos minutos antes... ¡que no es normal ese dolor Javier, debes ir a urgencias ya! 
Carlos fue el que despegó impulsivamente el culo de su silla para llevarme hacia el parking y acompañarme al hospital personalmente y menos mal, porque tal y como me encontraba creo que me habría sido imposible coger el coche por mi cuenta.
Sentado en aquella sala de espera creí ver mi final, y en décimas de segundo esos estados de arrepentimiento ocasionados por el pasado me sacudían por dentro una y otra vez, quizás lo que la mayoría en este estado piensa creyendo que son sus últimas horas, se mezcla todo, que si debía haber hecho esto mejor, aquello; pero tenía que ser fuerte, porque no estaba en el lugar apropiado para curar una herida del pasado y mucho menos para revivirla entre tanto bullicio. Me puse a jugar con el móvil para distraerme pero lo apagué por eso de las ondas y porque otro cartel que tenía delante de mis narices me lo advertía: "mantengan apagados sus móviles por favor", de repente los sonidos de los whatsapp seguían recorriendo la sala, qué ironía. Al apagarlo me di cuenta que si quería comunicarme con Carlos no podría, además que estaba al límite de batería. La verdad es que si Sandra supiese que estoy solo aquí con lo hipocondríaco que soy no se lo acabaría de creer, lo mismo Carlos ya se ha puesto en contacto con ella. Pobre creo que él también venía un tanto asustado en el coche diciéndome -esto debe ser el estrés Javier, te darán una pastillita y para casa- . Y yo le decía -claro, claro, lo más probable sea el estrés acumulado estos últimos meses, pero ¿qué hacemos? esta empresa tiene etapas, a veces este cúmulo de trabajo lo llevamos mejor y otras veces peor. La verdad es que a mí se me ha juntado todo Carlos, los problemas en casa con el posible despido de Sandra, y nuestra separación, que está al caer; y no es la separación lo que me preocupa, si creo que Sandra hasta tiene un lío y eso aunque parezca raro me tranquiliza, lo que me preocupa es mi hijo, que esta mañana desayunando nos ha dicho a los dos "papá, mamá, los padres de Chemi se han divorciado y ahora Chemi no quiere salir a jugar, vosotros no os separareis nunca verdad", eso me ha matado Carlos-. Carlos intentó tranquilizarme de nuevo -Bueno, lo de la separación si ha de pasar que pase, lo primero ahora es tu salud, Sandra y tú lleváis más de un año mal y tendréis que asumirlo y el niño…-. Empezamos a oír bocinas detrás de nosotros, Carlos se había distraído con la conversación y no se había dado cuenta que el semáforo se había puesto verde. Por si a caso no me volvió a sacar más el tema, llegamos en silencio a la entrada del hospital, me apeé por la zona de urgencias cargado de dolor y con mi corazón a punto de suicidarse. Intentaba no prestarle atención pero el dolor seguía... No me tientes, no me tientes por favor, ahora no. Sólo necesito calmarme, sí, debo hacerlo.


lunes, 23 de julio de 2012

¿Lo de siempre?

-Hola Celia, prepárame un café cuando puedas.
-Ahora mismo. ¡Qué cara de cansada traes hoy!
-Sí, anoche estuve trabajando hasta bien tarde ultimando detalles de unos planos que teníamos que presentar para esta tarde. Hace nada que hemos terminado ¡por fin! ¿Y tú cómo lo llevas?
-Bueno, estaba deseando hacer vacaciones, para una vez que me las puedo pillar en junio va una compañera y se fractura una muñeca, así que al final tendré que aplazarlas para después de verano.
-Mejor ¿no? Piensa que después de vacaciones vas a encontrar todo más económico y más tranquilo, ya quisiera yo poder hacer vacaciones en septiembre u octubre en lugar de julio o agosto, es que en cualquier hotel que te instalas hay demasiada gente y es lo que menos necesito para descansar.
-Yo como me paso todo el año sirviendo cafés, bocadillos y platos a todo el que pasa por aquí, lo que necesito en vacaciones es que me sirvan, y como una semana en hotel no puedo permitírmelo tengo que conformarme con alguna que otra terracita o una comida fuera de casa.
-Normal, no sé como aguantas. Cuando vengo a comer y te veo con tantos platos para arriba para abajo, con tantas prisas… yo no podría Celia.
-Sí podrías, lo que pasa es que has tenido la suerte de haber estudiado una buena carrera y conseguir vivir de ello, pero si hubieses tenido que salir adelante como yo, te habrías agarrado a cualquier otra cosa, hasta limpiar casas.
-Ya, ya, si yo no le quito mérito a tu trabajo ni al resto de servicios, sino iba yo a estar aquí tomándome un café ahora, que aunque en la oficina hay una buena máquina de café prefiero bajar aquí y desconectar en otro ambiente.
-Pues ayer no te vi.
-¡No te he dicho que hemos ido de culo con un proyecto!
-Sí, sí, perdona, es que me he distraído.
-Pues no será por la gente que hay hoy aquí, es la primera vez que vengo a las seis de la tarde y veo la cafetería tan limpia, ordenada, sin gentío…
-Oye, oye, lo de limpia y ordenada…
-No te ofendas mujer, es que cuando vengo por las mañanas está a tope y cuesta encontrar un hueco para respirar, lo mismo que a la hora del almuerzo.
-Ya, no me lo recuerdes. A esta hora casi nadie pasa, de cuatro a cinco de la tarde solemos poner un poco de orden y comer, menos mal que este local no es muy grande.
-Pero recogeréis entre todos ¿no?
-Claro, claro, yo me quedo haciendo este horario mientras el resto marchan tres horas a descansar, cuando llegan a relevarme marcho a casa para disfrutar de mis hijos, que sino ni los veo. Esta hora de la tarde es muy tranquila, vienen cuatro gatos. Por cierto, qué raro que no haya venido el de las seis.
-¿El de las seis?

-Sí, es un cliente que viene cada día a esa hora y se sienta siempre en aquel rincón, y pide lo de siempre, un café. Es curioso, saca todos los días un bloc en blanco y se pone a escribir líneas y líneas, todo con un orden admirable, y lo más curioso es que hasta que no le sirvo el café no empieza con su ritual.

martes, 17 de julio de 2012

Amor descapotado

Teníamos la suerte de vivir a pocos kilómetros del mar, así que en época de verano era nuestro lugar de ocio. Nos subíamos al autobús y en menos de media hora estábamos ya dándonos chapuzones, tostándonos, jugando a voleibol o lo que surgiese, aunque casi siempre era esperar a que alguna chica nos llamase la atención. A veces bajábamos toda la cuadrilla juntos, otras nos encontrábamos en un espacio de la playa que parecía tener nuestro nombre. Era complicado encontrar libre la red de voleibol pero no nos importaba, cuando eso sucedía sacábamos una baraja de cartas e improvisábamos apuestas tontas o jugábamos en el agua haciendo piruetas que a más de uno nos hacía tragar alguna que otra bocanada salada.
Ese día me parecía raro que estuviésemos todos menos Sara. Esther nos comentó que habían llegado de Alemania unos primos suyos y lo mismo tenía otros planes, cuando llevábamos ya más de una hora sacando humor de debajo de las toallas apareció ella en un descapotable rojo alzando sus brazos para que le prestásemos atención. Creo que todos soñábamos con tener un descapotable de esos y conducir a pleno sol, sobretodo acompañado de chicas, pero esta vez era todo lo contrario, la única chica era Sara, el resto, dos de sus primos alemanes y un amigo extra de una altura increíble para sus dieciséis años, al salir del coche no podías imaginarte cómo había podido meterse en el asiento de atrás.


De ese día lo recuerdo casi todo y no recuerdo casi nada, lo más divertido quizás fue subir todos en ese coche, como en esos autobuses de la India; y lo más emotivo fue el aguijonazo que sentí al ver a Sara tan radiante, era algo que no lograba entender, se dejaba ver como cada día, una compañera más del grupo saltando, alborotando a todo el que la escuchase, pero en ese instante, la sentí desconocida... ¿o yo me sentía cambiado? Tras el cúmulo de diversión y emociones dignas de nuestra edad decidí bañarme solo entre el oleaje para callar mi nueva herida, curar con sal esa mezcla de pena y alegría; nadé mar adentro queriendo arañar el horizonte para deshacerme de aquel sentimiento que había transportado aquel descapotable rojo.

martes, 10 de julio de 2012

Destino... Cádiz

Hoy hace ya cuatro años de aquel encuentro, de aquel verano de 2008 y me apetece mucho escribir lo sucedido aunque sea en una libreta olvidada y vieja a la que parecen crecerle las páginas en blanco cada vez que la ojeo…
Llevábamos ya seis años César, Santi, Joan y yo recorriendo países desconocidos por vacaciones, nosotros los llamábamos viajes CCC, por sus comidas, clima y cultura diferentes a los de España. Empezamos a viajar juntos a los veinte años y mientras siguiésemos en estado de "soltería o separados" seguiríamos haciéndolo, sólo el verano pasado Santi desconectó de nosotros porque decidió ir a NY con la que por aquel entonces era su amiga con derecho a algo más, el resto ya separados no teníamos problema alguno. Yo ya tenía ganas de quedarme en la península algún verano y aprovechando que Joan llevaba ocho meses sin trabajo me costó poco convencer al resto para buscar algún paraje nacional. Hay que ver que con lo pequeña que es la península todos teníamos destinos predilectos y para poder ponernos de acuerdo decidimos meter en un bote dos destinos por persona y echarlo a suertes, al final ganó Cádiz. Siempre me atrajo ese punto sur de Andalucía, la unión de dos mares y el buen carácter de sus  gentes a pesar de la lucha con los aires de levante y poniente.


Tuvimos que hacer muchos números para que el presupuesto de Joan no se fuese de las manos. Escoger un hotel a medio camino de las playas más bonitas, que no hay pocas, planear una media de gastos para comidas y un plus especial para los gastos extras de las noches que prometían ser colosales en fiestas. Decidimos hacer los casi 1.200km que hay desde Barcelona hasta Tarifa en coche, me apetecía mucho poner a prueba el coche que había estrenado hacía cuatro meses y descubrir con él y en compañía de mis mejores amigos nuevas carreteras. 
César insistió en que saliésemos a partir de las cuatro de la tarde para ir buscando la noche, pero la verdad es que a esas horas y en pleno mes de julio lo que íbamos es buscando el sol; entre música, risas y fanfarroneos de quién iba a ligar más en Cádiz fuimos dejando al oeste el agotador día con su viejo sol, al otro lado presumía ya una luna creciente, una nueva brisa y olor a pasto seco nos empezaba a dar la bienvenida a las esperadas vacaciones.

viernes, 6 de julio de 2012

Cuestión de... sensibilidad

Desde que dio la noticia de que su nuevo disco estaba calentito esperando la promoción, empezamos a planear la compra del mismo y por supuesto asistir al menos a la firma de discos; donde la gente sin tener suficiente, preguntaría por las fechas de sus conciertos. Qué grande es esta mujer, si tengo que expresar lo que siento al escucharla tendría que inflar las palabras para quedarme a la altura de sus letras y eso es imposible, lo que ella compone y recompone nos puede haber pasado a cualquiera. Con sus letras sientes como un escaneado interior, un alboroto del juicio y una avergüenza en la piel. Sus acordes impregnan este espacio que respiro; su voz le regala abrazos a mi alma.
Ella nos deleita con sus letras y acordes y se lo agradecemos con aplausos en sus actuaciones, comprando sus discos, siguiéndola en redes sociales, etc. Hoy mi aplauso se convierte en una ilustración que he realizado con el permiso de mis ganas y la única pretensión que disfrutar haciendo lo que más me gusta, dibujar.
Mientras la dibujaba sonaban sus tres discos en mi iPod y pensaba en describir a Vanesa Martín como persona, pero no podría porque sólo he mantenido con ella dos encuentros agotando pilot's entre firmas, pero creo que detrás y delante de ese aspecto bohemio que luce con una sencillez natural, aflora una llaneza especial, la que refleja luego en sus canciones. 


Ojalá siga sorprendiéndonos y escandalizando mis sentidos muchos discos más. Mucha suerte en tu larguísima carrera Vanesa.

martes, 3 de julio de 2012

Conéctate...

...para ver quién está conectado para chatear.
Sandra, Albert, Chema están ahora conectados, ¿quieres chatear con ellos?
Mmmmm... Bueno, a ver si puedo hablar con Sandra.
Hola Sandra ¿qué tal? :-P



Eoooo, estás ahí? :-O

Please wait!!
Sandra escribiendo
facehands

Sandra- Hola guapa, qué bien!! tú por el facebook. Precisamente ahora quería enviarte un email
Maica- No me digas que estabas pensando en mí?
S- Pues sí, porque quería decirte que acabo de localizar por estas redes a alguien que creo que te gustaría tener entre tus amigos.
M- Pues viniendo de ti ¡a cualquiera hija! no sé cómo te lo haces, cada vez tienes más amigos, de dónde sacas...
S- ¿El tiempo?
M- No, déjame acabar la frase, que de dónde sacas tantos amigos.

domingo, 1 de julio de 2012

¿Y por qué no?

Se acercaban ya las doce del mediodía y las chicharras empezaban su cantar, –¡Toñi no quiero ni imaginarme cómo estarán las temperaturas tres horas más tarde! –¡Pues eso se arregla tomando algo fresquito! –¡Sí porque sino me niego a dar un paso más! Pero en una población ajena a la tuya siempre se siente una un poco perdida, en nuestro caso sólo intentábamos localizar un letrero rojo de bebida refrescante y el nombre del local debajo de la publicidad. La suerte fue encontrar un par de señoras que volvían de su compra diaria, interrumpimos su conversación para ver si nos podían indicar dónde podríamos deleitarnos de algo refrescante, rápidamente nos señalaron un bar al otro lado de una plaza pequeña y en la que ni las palomas se acercaban a abordar cualquier resto de migajas que las personas dejan tras una parada antes que el sol abrase los baldosines de la misma. Habíamos pasado dos veces por allí y no habíamos conseguido divisar el local ni letrero alguno, imposible que pudiéramos verlo, habían seis enormes moreras que con su volumen se encargaban de ocultarnos ese paraíso para un sediento y cansado turista como nosotras.
Aceleramos el paso al darnos cuenta que bajo la sombra de esas árboles habían mesas y vigilando las mismas un apuesto camarero con cuerpo y pose de portero de discoteca, que al ver nuestras caras comenzó a moverse, imagino que leyendo nuestro pensamiento, abordar la única mesa que quedaba libre y nosotras regalándole una sonrisa de ¡chica busca chico! Nada más sentarnos se