viernes, 1 de septiembre de 2017

Odio los lunes

Desde que empecé a trabajar en la gasolinera odio más que nadie los lunes. Toca ordenar el desorden de los domingos, estantes de golosinas, neveras, renovar bombonas de butano y lidiar con clientes que llevan el mal humor escrito en sus gestos a primera hora de la mañana. Parece que todo el mundo se ha quedado rezagado en la cama apurando cinco minutos más.
Tengo catalogadas a la gente por su horario, los de jornadas intensivas que vienen con la emisora de radio a todo volumen para empezar bien despiertos e informados. Los ejecutivos con la chaqueta colgada en una percha en la parte trasera. Las madres trasladando su estrés diario y el pataleo de unos niños hacia el colegio. O los jubilados que llevan otro ritmo pero son capaces de desatar mi paciencia.
A las 9:30h todo quedó en calma menos el clima, salía a colocar un panel exterior que el viento estaba moviendo a su antojo cuando he visto llegar a una chica con un vestido de tonos verdosos. Noté en seguida que era novata porque no atinaba a abrir la compuerta del depósito de gasolina de un Mercedes Clase E que le quedaba algo grande a su preciosa figura. Me dirijo hacia el coche y la encuentro agachada como inspeccionando algún rincón secreto del vehículo. Pude darme cuenta que el color verdoso de su vestido provenía de un pequeño estampado con hojas, repollos, tomates y algún que otro guisante, ideal para levantar el apetito, aunque otro apetito se erguía en mí al ver el volumen de sus pechos cuando se giró al notar mi presencia.
–Buenos días señorita ¿Puedo ayudarla?
Mis ojos hablaban con su escote mientras me confirmaba que el coche era de su padre y era su primera vez conduciendo a solas gracias al carnet provisional de la autoescuela.
–No se preocupe, en mi coche se abre con una palanca pero en el suyo seguramente se controle con la llave de contacto.
Abrió la puerta para acercarse a la zona del volante dejándome ver otra parte no menos importante de su hermoso cuerpo. El viento de aquel lunes levantó aquella fina tela veraniega mostrándome un mini traje de baño con estampados a juego del vestido, más guisantes, más tomates y yo más nervioso.
–Ahora lo veo, este panel indica qué compuertas están abiertas o cerradas, no me había dado cuenta. Muchas gracias.
–No tiene por qué darlas, para esto estamos. ¿Gasolina verdad?
–Sí, por favor, 30€. Por cierto ¿podría decirme cómo se usa el túnel de lavado para coches?
-Por supuesto, es muy fácil, puede quedarse fuera o dentro del coche, como prefiera.
En pocos minutos me vi atravesando el túnel sentado en el asiento de copiloto de aquel Mercedes. Al sentarme observé la insignia alemana del volante imaginándomela como una braguita, percibí su perfume e imaginé que sus piernas bronceadas podrían invitarme a probar la tapicería de piel del asiento trasero. Pensándolo bien, no ha sido tan mal lunes.



Relato en el que participé para el reto del mes de agosto de Planetalletra.org.
Requería: relato corto de no más de 600 palabras, algo erótico y en algún momento del relato aparezca la palabra guisante.

sábado, 22 de julio de 2017

En cualquier forma de vida

Como cada lunes recojo a María para desayunar juntas en la cafetería Kiko de L'Eixample. María es una mujer muy metódica, lo atribuye a sus más de 50 años como bailarina y a la disciplina militar inculcada en su familia. 
Fiel a sus costumbres y manías me suelta del brazo abriendo la puerta de la cafetería  con un pañuelo en la mano, entrando con el pie derecho, saludando al personal uno a uno, observando si hay gente nueva y buscando el periódico del día mientras pide con un gesto lo de siempre. Pongo sobre la mesa el único periódico libre que hay sobre la barra, María se sienta observando la fecha.
—Marta, éste diario es del sábado.
—Lo sé, tendremos que conformarnos con criticar la prensa caducada, el de hoy lo está leyendo aquel señor sentado en la barra.
Sonriendo empieza el pase de páginas por la parte de atrás, donde la prensa suele dejar el apartado de cultura. Aparece Edu sonriendo como siempre.
—¡Obsequio de la casa, bizcocho de nueces endulzado con stevia, para ir abriendo boca, rico, rico!
Mientras Edu me desglosa los ingredientes del bizcocho veo que a María le ha cambiado la cara por completo, sus ojos saturados de asombro se desplazan por las líneas, luego me cede el pliego para que lea la noticia.
“El pasado viernes Sasha Kovalev falleció a sus setenta y dos años. Estaba de espectador en el Teatro Bolshói disfrutando de la actuación de su nieto Kolya —el único que quiso seguir los pasos del abuelo— cuando un ataque al corazón lo dejó inmóvil en aquella butaca de terciopelo rojo...”
Recuerdo ese nombre, muchas tardes María sacude su nostalgia extrayendo de aquella antigua cajonera álbumes de fotos, recortes de prensa, cartas, postales mientras describe algunos romances tras los telones, aplausos y alguna que otra batallita del mundo del ballet. Guarda sus mejores recuerdos de los años que pasó en aquella academia en Londres junto a Sasha, nunca llegó a entender su repentino distanciamiento, a su mejor amigo se lo había tragado la tierra. 
Observo que el estado de María cambia por segundos, sus manos temblorosas terminan esparciendo el café sobre su chaqueta blanca, histérica se levanta culpando al señor de la barra por deleitarse leyendo el periódico del día, a Edu por guardar periódicos caducados, a mí por no ayudarla a buscar la pastilla rosa para casos de emergencia. Irritada coge el diario haciéndome un gesto de fuga. Dejo a Edu la cuenta pagada.
Nos marchamos por primera vez de aquella cafetería a medio desayunar, sin leer la prensa del día, sin poner verdes a políticos, críticos y editoriales. Ya en la calle, algo más tranquila me pide que vayamos directamente a casa, prescindiría del paseo por La Ciutadela agarrada de mi brazo, necesitaba sentarse tranquilamente a releer de nuevo ese artículo, creer creérselo. Al llegar, el portero nos dice que había llegado un paquete para María con un remitente un tanto extraño, lo cojo y María en seguida reconoce la letra de Sasha Kovalev, no podíamos creerlo. Subimos a casa, invito a María a sentarse en su sofá mientras preparo café, me pide que me quede a su lado y le ayude a abrir el paquete. Era una caja del mismo color que la noticia del periódico, dentro, un sobre de un notario ruso y unas zapatillas de Ballet con el nombre de María Sastre del Valle escrito en la suela. Cara y manos de María eran una coreografía de emociones, abrimos el sobre encontrando una carta en ruso escrita de puño y letra por Sasha y tras ella una traducción al castellano por la notaría.
“Querida María.
Si estás leyendo estas palabras es que me ha sorprendido la muerte. Redacto esta carta y me estoy imaginando tu cara al ver tus zapatillas, aquellas que hice desaparecer momentos antes de aquella prueba para el Cascanueces, éramos muy jóvenes, todos queríamos vivir ese sueño, pisar el Hermitage a lo grande. Necesitábamos subir peldaños a cualquier coste, Irina quería ese papel y accedí a sus chantajes como lo hizo George con vuestro noviazgo, declarando a la prensa amarilla su verdadera identidad sexual. No sé si llegaste a saber que aquellos poemas en su nombre fueron escritos por mí, sí, siempre estuve enamorado de ti. Es de ser muy cobarde declarar todo esto en una carta que lleva como remitente mi muerte. Tengo que reconocer que el remordimiento siempre me ha acompañado tanto o más que tus zapatillas. Me prometí a mí mismo localizarte, llamarte y devolvértelas en persona pero ya ves, he consumido todas las oportunidades, al final la muerte se encargará de hacerlo. Sé que me tenías un gran aprecio y que me perdonarás. Te quise y te querré siempre en cualquier forma de vida. 
Sasha”.


Relato en el que participé para el reto del mes de junio de Planetalletra.org.
Requería: relato corto de no más de 800 palabras, basado en una abuela que en su juventud había sido bailarina y en algún momento del relato sufre un ataque de nervios.

http://www.planetalletra.org/2017/06/en-cualquier-forma-de-vida.html


lunes, 10 de julio de 2017

Ayuda a tiempo

El teléfono empezó a sonar de madrugada, una aceleración de latidos me invadía por dentro. Exploré con mi mano la zona donde supuestamente había dejado el teléfono móvil antes de irme a dormir, fueron solo tres timbres, lo recuerdo perfectamente, solo tres, pero mi mano y mi pereza no fueron lo suficientemente hábiles para llegar a tiempo cuando dejó de sonar. 
Intenté abrir mis ojos con la desgana de un domingo de resaca, busqué torpemente las gafas, observé la hora, las 4:55h. Enfoqué mi vista en el número que aparecía como desconocido, no le di importancia, aunque sentí cierta rabia por ese despertar tan brusco y haberme partido en dos el sueño. Cuando ya empezaba a tranquilizarme oigo el timbre de la puerta, asustada me incorporo de la cama, la persona que estuviese con el dedo pegado al timbre seguía obstinada en que mi cabreo fuese en aumento.



Me dirijo al portero automático y a través de la cámara solo distingo el cuerpo de un hombre escuálido e inquieto pero no consigo ver el rostro, de repente su voz de alarma me describe quien es. Álex, un amigo del barrio y ex compañero de piso de mi hermana Carla. Podía verle la cara manchada de sangre y en sus ojos el reflejo de la urgencia. Le abro la puerta pensando en la mancha que estaría dejando en la alfombra de la comunidad, le hago pasar directamente al baño. 
–Esther, tengo que contarte algo, pero por favor no se lo digas a nadie, por favor prométemelo, por favor dime que se quedará entre nosotros, dime que... 
–¡Shhhh! No hables alto que no son horas, tranquilízate, dime ¿quién te ha hecho esto? 
–Sandro, pero por favor, tienes que prometerme que...
–Tranquilo, cuéntame lo que quieras, te aseguro que de estas cuatro paredes no va a salir tu secreto. 
–Estoy metido en un lío bastante gordo y quiero ponerle remedio hoy.
Mientras le ofrecía un café culpaba a Sandro, un amigo de la universidad que acabó siendo el propietario de un par de locales de copas de la ciudad, fue él quien le ofreció el trabajo más sucio sin él saberlo. Culpaba a Sandro de caer en la venta de algunas drogas, a probarlas, a necesitarlas y a robar para pagarlas. Esa noche confesó que fue él quien robó en casa de mi hermana el dinero recaudado de una feria gastronómica que organizaron juntos. Que se inventó que le habían robado en el autobús aquel billete de 500€ que su padre le dio para que se comprase un ordenador portátil. 
–Esther, te juro que yo no quería, pero yo...
–Mira tío, espero que no hayas venido a interrumpir mi sueño para... 
–No Esther, he venido a ti porque estoy huyendo de una vida que no quiero llevar. Hoy me he encarado a Sandro, he decidido no volver a su local, hoy he decidido no vender más sustancias, ni consumirlas. Hoy vengo a pedirte ayuda.


Este Relato fue finalista en el reto de Planeta Lletra correspondiente al mes de mayo. Una historia donde las pautas siguientes:
Escribir una historia de un máximo de 500 palabras
- que incluya las palabras: billete, secreto y barrio
- y que empiece con la frase: El teléfono comenzó a sonar de madrugada

http://www.planetalletra.org/2017/06/guanyadora-del-repte-del-mes-de-maig.html

domingo, 2 de julio de 2017

Dos secretos

Alcalá de Henares - 21 de Junio de 1978


Querida Alicia
Dudo que esta carta llegue a tiempo de felicitarte en tu santo, pensaba hacerlo por teléfono pero en qué hora se ha tenido que enfadar tu madre con tu tía Carmela. El pasado jueves mi madre habló con la abuela y parece que la cosa pinta mal, no hay ni ganas de reconciliación. Y todo porque se enteró que tu padre les vendió el aceite a un precio más alto que a Antonio el del bar, esta es la versión que tenemos en casa, sólo espero que pronto haya un entendimiento y vuelva todo a la normalidad.
Recuerdas aquel costurero que me regaló mi tía Nati, como no tiene hijas quiere dejarme su legado de costurera, pues si se entera que transformé su costurero en una caja preciosa para guardar recortes de revistas y nuestra correspondencia me mata. Hoy he comprobado que nuestra última carta fue escrita hace un año y dos meses y mira por donde me han venido ganas de escribirte.
Me dejaste intrigada en tu última llamada con el noviazgo de Julián y tu prima Carlota, aún estoy que no me lo creo, no sé cómo puede aceptar Carlota ir del brazo del mayor mujeriego de toda la costa malagueña.
No sé si estaré para la fiesta de Estepona, a mi padre le han cambiado las vacaciones, si en el coche del tío Pedro hay un hueco posiblemente me presente por sorpresa delante de mi abuela, la pobre está deseando verme con el mantón que me compró y a mí me hace especial ilusión lucirme con él, aunque si no puede ser lo luciré en agosto. Ojalá este verano coincidamos de nuevo todos los de siempre, me contó Tere que a la abuela de David la operan para agosto y seguramente no veranee en el pueblo este año. Me reí tanto cuando me dijo que a Chesco le está saliendo pelusa en el bigote y a Rafa y Adrián les está cambiando la voz, mi madre cree que de este año no pasa que tenga el periodo. Me muero de ganas de disfrutar de las noches pidiendo deseos a las estrellas fugaces mientras busco encontrarme con la mirada de Jose, sólo por él sería capaz de quedarme a vivir en el pueblo, pero convivir con mi abuelo es un martirio, no sé como mi abuela lleva tantos años soportándole. 
Si tuvieses teléfono ahora mismo te estaría preguntado si es cierto que Charito va a dar clases de repaso en la casa de Cultura todo el mes de julio y parte de agosto. Este año se me han atragantado las asignaturas de Matemáticas y Ciencias y mi madre se ha empeñado en que haga cada día una hora de repaso con ella, con lo mal que me cae. 
Acabo de escuchar en la radio, "Háblame de ti" de Los Pecos, madre mía mi vecina Rosa y yo estamos locas, a mí me gusta Javier y ella se desvive por Pedro. Rosa dice que ha rellenado una solicitud a través de la revista Superpop para asistir a un especial que van a hacer en el programa de Aplauso, si eso ocurre espero poder avisarte con tiempo para que me veas en la tele. Aunque tampoco me quiero hacer ilusiones, mi madre me ha dicho que si no apruebo en septiembre las asignaturas que me quedan para pasar a 8° ya me puedo ir olvidando de Pecos y Pecas, así que las clases de Charito van a ser sí o sí. Por cierto, te llevaré recortes de fotos de Miguel Bosé, por si quieres que te ayude a forrar una carpeta parecida a la mía, Rosa compra cada semana revistas y cuando se las ha leído me las regala.
Bueno, voy a ir despidiéndome que me duele la muñeca de tanto escribir, a ver si respondes rápido. Dale un apretujón a Miguelín y Merceditas, besos a tus padres y ya sabes, para ti una poca leche, ¡jejeje! 
PD: Tengo dos secretos para que me guardes este verano, no aptos para dejarlos escritos.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Desatando tormentas

Si supiera que me observas en el atropello de la gente,
que me percibes cuando se inunda de silencio tu casa,
o en la espera de una carretera en obras.

Si supiera que resbalo en el agua de tu baño,
que me cobijas de la lluvia de este verano lento,
o me cuelo en la letra de una prosa convincente.

Si supiera que me asocias a un aroma,
que humedeces tu almohada alguna noche,
o que asalto tu pensamiento en la butaca de aquel cine.

Si lo supiera...

Provocaría manifestaciones en las calles,
desataría tormentas, deshielos,
sería tu color preferido.

Si lo supiera...

Gritaría sin voz en la cima más alta,
haría revivir a Beethoven,
finalizaría el verano para enfrentarme de nuevo al frío.

Pero aquí indeciso de ti,
observándote sin verte,
oliéndote en la piel de un adiós,
invento tu sonrisa en la mesa,
desayunando café, tostada, tinta...
Y te dibujo en letras lo único que sé.


miércoles, 26 de abril de 2017

Como cada jueves

Como cada jueves espero a Arturo en la cafetería que hay delante del colegio San José, es el único momento de paz que tenemos después de dejar a los niños en su interior. 
Como cada jueves hablaremos de la actualidad política llevándola al humor, de alguna nueva conquista suya o de la última travesura de nuestros hijos mientras damos sorbos a algún que otro café. 
Como cada jueves extraigo mi bloc y la estilográfica que Arturo me regaló como compromiso de volver a dibujar juntos una vez por semana, combatir con trazos tomando siempre la técnica de tinta, el tema lo jugamos a cara o cruz, aunque últimamente nos ha dado por hacer caricaturas de algún futbolista o político y la verdad es que hoy me apetece dibujar algo distinto. 
Mientras ojeo algunos dibujos de mi bloc recibo un Whatsapp de Arturo para comunicarme que se retrasaría al menos 30 minutos. Decido pedir el primer café y empezar mis primeros trazos. Me quedo con la mirada fija en la puerta de la entrada, a esta hora hay poca gente y la música que hay de fondo invita a dejarme llevar por la improvisación. De repente te veo entrar con dos mujeres, una pelirroja y otra con el cabello corto y canoso, ahora la música es cómplice de mi nerviosismo y mi mano torpe ha dejado caer la estilográfica al suelo. A tan solo cuatro mesas de distancia te has sentado de espaldas a mí,  contengo las ganas de acercarme a saludarte, quizás cuando llegue Arturo pueda disimular con algún "pero como puede ser que no te haya visto entrar" y posiblemente tu cara refleje la expresión de "sigues siendo tan cobarde como siempre".
Saboreo el café trazando líneas con rapidez, líneas muy sueltas que hasta a mí me sorprenden, una parada y otro sorbo de café imaginando que en lugar de esperar a Arturo podría asaltar vuestras risas y sentarme en esa silla vacía que queda justo a tu lado, que tu bolso fuese el único objeto que pueda separarme de rozar tu rodilla cuando intentes cruzar tu pierna izquierda, no hay nadie más que tú y… Sigo con los trazos, me apetece más café.
Aparece Arturo con menos retraso de los esperado, tropiezan sus ojos con vuestra mesa y se paran las sonrisas, yo disimulo haciendo más trazos… Y escucho mi nombre y de reojo veo tu cabeza girarse y mi estilográfica de nuevo en el suelo, la recojo mientras visto mi cara de sorpresa, me acerco a los cuatro aunque sin parar de mirarte preparando alguna excusa creíble. La pelirroja parece haberle caído más que bien a Arturo y nos invita a compartir mesa, aceptamos, me propongo a recoger mis cosas y al volver Arturo había ocupado la silla que en mi imaginación me pertenecía. 
Arturo deja su bloc y estilográfica sobre la mesa dando explicaciones de lo que hacemos cada jueves, el bloc empieza a pasar por las manos de la pelirroja, tú reparas que yo llevo otro igual en la mano pero no lo suelto, pedimos café, charlamos, reímos, me hipnotizas,  entra más gente, Arturo mira el reloj, yo me levanto a pagar la ronda de cafés y al volver a la mesa mi bloc está entre tus manos. Me miras, te esquivo, disimulo con Arturo e invento una prisa para separarte de mi bloc, toco tus manos, las mías frías y manchadas de tinta quieren huir de esa situación. Me despido de todos con un nudo en la garganta y la excusa de llevar a Vero a sus clases de inglés. Arturo aprovecha para obsequiar a todas otra ronda de cafés con número de teléfono incluido.
Ya en casa me siento en la terraza disfrutando por poco tiempo de una soledad cronometrada, pensando si el próximo jueves estarás allí de nuevo con la misma compañía de hoy o como mis manos lo hicieron en mi bloc, sola con una silla vacía a tu lado y un bolso que yo retiraría para ocuparla.




jueves, 8 de diciembre de 2016

Siempre a tiempo

Acabo de despertar de un sueño, y no ha sido un sueño cualquiera sino uno de esos que parecen tan reales que hasta sientes escalofríos, de esos que no quieres pellizcarte para sentirte engañado, de esos que al despertar te cambia el ánimo.
Son las 03:40h. Y aquí estoy despierto, emocionado, rabioso, enfermo de latidos, ahogado en llanto, frente a otro cuaderno cada vez menos blanco, hoy 26 de febrero de 1998 quiero dejar escrito lo que he podido sentir durante esos minutos que me han parecido horas, de buena gana me volvería a meter en la cama si me hubiesen dado la opción de seguir en él.
Y es que sigo con el corazón a cien, con los ojos aún irritados de tanta emoción, con las manos temblorosas de creer que tengo una carta tuya entre mis manos, y digo creer porque ahora mismo me arden pensando que se ha quedado todo en ese sueño.
Miro a través de la ventana, posiblemente a estas horas sea la única persona despierta o al menos la única en la calle con la luz encendida preparándose un café con una gran sonrisa y la sensación de estar preparándolo para alguien más. Lo saboreo con una felicidad que hacía tiempo no me invadía, pensando en tu letra, reteniendo cada palabra escrita, como cuando observaba tus apuntes en el colegio.


"Querido Alejandro, te extrañará ver ante tus ojos esta carta. Aún conservo aquella nota anónima que encontré en mi pupitre, me hice la desentendida aún sabiendo en seguida que la habías escrito tú. La he guardado desde entonces en una vieja caja de zapatos donde fueron a parar los mejores recuerdos de mi infancia. De vez en cuando mi mente necesita buscar esta caja y refugiarme en los recuerdos de su interior, fotografías descoloridas, postales invitándome a ciudades, una pulsera de cuero, y una nota anónima, cuando llego a ella cierro los ojos para releerla de memoria y siempre, escúchame bien, siempre acabo llorando pensando en ti. No se me da muy bien esto de escribir pero considero que después de cuarenta y dos años te debo mil y una disculpas. 
Discúlpame por no haber acudido a aquella cita en aquel precioso rincón con los tres cipreses que había justo al salir del patio, por no darte las gracias cada vez que me salvabas de aquellos bordillos que había antes de la pista de baloncesto, por no querer sentarme contigo cuando me reservabas el asiento detrás del conductor en el autobús, por no dejar que me ayudases con las matemáticas, por no reconocer que me gustaba competir contigo en la cancha de tenis, por ayudar a mi timidez cada vez que tu mirada me buscaba, por obligarte a escuchar mis canciones preferidas sin preguntar si te gustaban, por no observar contigo la luna llena cuando volvíamos tarde a casa dejando la pandilla atrás, por no haber dejado oír en mis oídos un te quiero de tus labios, por no aprenderme de memoria la huella de tus dedos, por no saber cómo hueles, por no tropezarme con tus besos cada mañana, por tantas y tantas cosas que rechacé de ti, hoy, después de tantos años estoy respondiendo a aquella nota anónima. Siento no haber respondido a tiempo".


Memorizada y escrita. Sigo temblando como cuando te observaba de niño recorrer las calles y salidas de colegio, sigo emocionado y con ganas de no olvidar esta noche, parece que te he tenido aquí, frente a frente, deseo gritar y me contengo. Voy a intentar dormir un rato, a ver si estoy a tiempo de encontrarte en mis sueños, no dudes que allí te espero mi amor.


miércoles, 27 de julio de 2016

En cambio, sí...

El verano, siempre me gustó esta estación, todo queda en silencio, las grandes ciudades pierden vida para llenarse las playas, pueblos y aeropuertos. Y hasta que llegue mi turno vacacional me hallo aquí, repitiéndome lo mismo año tras año, dejar el hábito de escribirte, pero al final vuelvo a buscar la pluma y el cuaderno y de paso hacer limpieza en mis desordenados cajones. Esta tarde, mientras el mundo dormía la siesta he estado escuchando algunos vinilos de los setenta, canciones que me niego a dejar de escuchar por muy antiguo que me digan mis compañeros que soy. Después de un par de horas he abierto una botella de vino blanco y he invitado a una copa a mi amiga la radio, en el programa de hoy el locutor invitaba a los oyentes a recordar una frase típica de la infancia, a ser posible relacionada con el verano, ha habido de todo. Un chico recordaba la frase típica de piscineo: "el que no se tire del trampolín más alto será un marica" y él a pesar de tirarse casi siempre el primero ahora es homosexual. Una chica recordaba otra: "de mayor no voy tener hijos" y ahora disfruta de tres. Otra chica recordaba los veranos en el camping donde siempre acababa discutiendo con un chico y sus amigas le repetían continuamente: "Los que se pelean se desean, los que se pelean se desean" y en la actualidad son socios desde hace casi doce años de un gabinete de abogados. Esa frase tan típica me ha hecho reflexionar, no recuerdo haberme peleado nunca contigo, pero en cambio, sí...

domingo, 14 de febrero de 2016

Habría preferido verte

Creo que habría sido más útil quedarme otro día más en cama que pasar otro sábado como el de hoy. Y lo que tengo claro es que no vuelvo a ir un sábado al supermercado por muy mal que esté mi nevera, resulta casi imposible moverse por los pasillos con un carro que parece llevarte en dirección opuesta a los productos que quieres comprar, y si sumamos la gente haciendo más inaccesible esos pasillos, las constantes ofertas por megafonía y las colas para pagar me deja aún más claro que los sábados debo dedicarlos a otras cosas más relajantes. Para colmo nada más llegar veo una nota en mi buzón, algo extraño ya que la única correspondencia que me hace abrir ese artilugio es la de la compañía eléctrica. Ha sido ver tu letra y se me ha caído una de las bolsas que llevaba en la mano, si es que el corazón no lo tengo acostumbrado a ciertos golpes del destino. 
Me apresuré a entrar en casa y leer las escasas palabras encendiéndome un cigarro. "Hola Pablo, pasaba por aquí y... pero otra vez será! Me habría gustado verte, un abrazo y un beso enorme"
Tu letra tan bonita como siempre y tan fresca como el aroma que aún desprendía, la he leído una y otra vez, analizando cada palabra, qué le habrá hecho pasar por aquí dejando unos puntos suspensivos, cuándo será esa próxima vez, por qué quería verme, cómo de grande  sería ese abrazo... ¿y el beso? 
He recogido la compra, he metido una lasaña pre-cocinada en el horno y he abierto una botella del Somontano para celebrar que hoy habría podido verte si no hubiese sido por ese maldito virus que me ha cambiado mi rutinario fin de semana. Bebo un primer sorbo y pienso que al menos tengo algo tuyo, que a mí también me habría gustado verte, que ahora me muero de ganas por esa próxima vez para poder aferrarme a ese enorme abrazo y... ¿el beso?

domingo, 22 de noviembre de 2015

Insomnio crónico

Hay tantos días como hoy, tantos en los que me invade la compañía de tu ausencia, tantos evocando el aroma de aquella tarde buscando tu mano, el brillo de tus ojos esperando un ruego, el recuerdo de esa sutil sonrisa en tus labios, esos que nunca rocé ni besé.
Tantos días en los que puedo escuchar tus pasos sobre mi almohada golpeando mis sueños, tantos descifrando tus silencios cuando estábamos tan cerca, días en los que se amontonan palabras regaladas sin recibir otras a cambio, quizás ni las leíste, quizás no lo afronté.
Tantos días en los que escribirle a un cuaderno mudo me va salvando de esta inoportuna nostalgia, de este desvelo acostumbrado a la oscuridad de mi cuarto, donde certifico que no es beneficioso amarte mientras no quiera dejarlo de hacer.
Tantos días dándome cuenta que no llegué a la cita ni a la meta, que te aguardé en el andén equivocado cuestionándome si me buscabas o te encontré, si me tocaste o me lo inventé.
Tantos días tatuando tu nombre en mis pupitres y libros, tantos días subiendo y bajando, confiando y dudando, hay tantos días como hoy, tantos pensando en pensarte por última vez.